Pequeñas alegrías de la vida cotidiana
Me alegró que después de haber tenido un día horrible no muy grato, el repartidor del supermercado me dijera hola linda y me sonriera. Estoy vestida de entrecasa, despeinada y a cara lavada. En resumidas palabras, estoy más fea que de costumbre, y me dijo linda de todas formas. Es decir, podría no haberme dicho nada. Juro que este chico me sacó una sonrisa y me hizo sentir bien.
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